Aludí
a la fuerza de mi existencia y ayer
Decidí que este ser jamás moriría.
Intenté
delimitar mi extremada pasión.
Mientras
con el cuerpo formado en bastión
Construí
el carácter que en ningún tiempo sucumbiría.
“Yo
hago lo que me plazca”: dije
Sin
sentir ni llorar, abracé el intrépido viento.
Resolví
en mi tosca astucia y abrupta obviedad;
Con
una incomprensible como misteriosa insaciabilidad
Que
debía mantener el virtuoso y excitante razonamiento.
Hoy
debía ser ese día
En
el que ese mágico y estrepitoso sentimiento
No
me expulsaría, ni me torturaría.
Sino
que, en un vívido aldabonazo, yo siento:
Que
expresa y claramente libre, yo sería.
Lancé
una imperiosa y lúgubre moneda
Al
espacio y al universo, en donde voló.
Flotó
en un mar de dudas, y luego tomó acción.
Cayó
en cara o en cruz, no recuerdo, ya que no cayó.
En
el infinito medio se congeló y se hizo bufón.
Creo
que todos se perdieron
Nadie
supo (ni hoy ni ayer; ni tu ni él), por qué
Esa
oscura y sucia pieza de metal se inmovilizó
Pero
una cosa, fuerte e intensivamente sé
Que
desesperadamente dejaré de ser ese sumiso.
Aguda
y molesta fue mi risa
Pues
en pocas horas, sentiría el alud de chispeante luz
Al
cual me dirigiría y me pincharía en los ojos
Como
un impío, mas bondadoso y alegre virus
¡Sí,
libre! Sería, en un instante o en dos.
Si
yo quiero ir por izquierda o por derecha
Por
arriba o por debajo de los suntuosos caminos
Está
en mi ávido, excelente y remilgado derecho
De
elegir y continuar hacia las malezas de estos y aquellos
En
aspavientos de felicidad, por este u otro trecho.
Es
querer y no querer
Es
encarecidamente desear y desdeñosamente despreciar
El
amor a una bella mujer, y el dolor de un buen hombre
Es
tener esa habilidad de preferir y seleccionar,
En
el peor de los casos, o en el mejor, como ser o no, un ser libre.
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